El precedente peligroso de Aducanumab, el nuevo fármaco contra el Alzheimer: la política entra en la FDA

ARTÍCULOS – Publicado en Libertad Digital (18/07/2021) por Armando Cuesta
La FDA ha podido dejarse influir por presiones políticas o de cualquier otra índole, estableciendo un precedente que muchos vemos peligroso.
La FDA (Federal Drug Administration, por sus siglas en inglés) es el organismo encargado de la aprobación y regulación de nuevos medicamentos en Estados Unidos. Sus decisiones y guías regulatorias acarrean tanto peso que, a menudo, son usadas en el mundo entero. La credibilidad de la Agencia se fundamenta, en gran medida, en el exhaustivo procedimiento que rige el trámite de aprobación para un nuevo medicamento. Este proceso se basa en un riguroso análisis de la evidencia clínica disponible de cada fármaco que justifica su utilidad terapéutica frente a los posibles riesgos que puede acarrear.
En este sentido, la Agencia no está influida por presiones de lobbies farmacéuticos o presiones mediáticas, o al menos, no debería estarlo.

Un controvertido tratamiento para el Alzheimer

Sin embargo, a comienzos de junio, y tras casi dos décadas sin haberse aprobado ningún medicamento para el tratamiento del Alzheimer, la FDA aprobó Aducanumab de la empresa Biogen. El Alzheimer es una de las enfermedades más prevalentes y devastadoras que existen hoy en día. Desafortunadamente, ninguno de los medicamentos disponibles hasta la fecha modifica de forma significativa el pronóstico de la enfermedad. Esto se debe, en parte, al profundo desconocimiento que existe acerca de las causas que lo originan y su posterior desarrollo.
La aprobación de Aducanumab ha provocado una interesante polémica en el sector, de la que destacaré 3 razones.

Utilidad clínica un tanto ambigua

En primer lugar -y la razón más importante- el debate se centra en la cuestión de su mecanismo de acción. Aducanumab es un fármaco que intenta frenar el depósito de placas en el cerebro de una sustancia conocida como beta-amiloide, un tipo de proteína. Si bien es cierto que este hallazgo es propio de la enfermedad, y se relaciona con el deterioro cognitivo que sufren los pacientes de Alzheimer, la realidad es que todavía se desconoce el proceso que lo origina y condiciona su progresión. De hecho, otros medicamentos que actúan sobre este tipo de placas tienen un impacto clínico mínimo en la evolución de la enfermedad.
En este caso, si bien los ensayos realizados por Biogen demostraron una reducción significativa de estas placas en pruebas de imagen, no ocurrió los mismo en términos clínicos, donde los cambios cognitivos no fueron relevantes. Asimismo, durante los ensayos se pusieron de manifiesto importantes efectos adversos como alteraciones cerebrales relacionadas con edema cerebral y microhemorragias en un 30- 40% de los pacientes, lo que supuso la interrupción del tratamiento en muchos de ellos.

Una metodología muy cuestionable

En segundo lugar, y desde un punto de vista regulatorio, ha habido también importantes déficits en el proceso de aprobación desarrollado por la FDA. El más relevante fue la finalización antes de tiempo, y por parte de Biogen, de los dos ensayos clínicos de fase III requeridos.
Esta decisión fue tomada cuando un comité independiente analizó los datos a lo largo de dichos estudios, y concluyó que Aducanumab no mostraba utilidad terapéutica. A pesar de esto y sin tener ninguno de los dos ensayos completados, Biogen presentó a la FDA análisis realizados a posteriori basados en subgrupos de pacientes para argumentar la posible utilidad clínica de este medicamento. Si bien este enfoque puede sonar razonable, la realidad es que esta metodología suele acarrear sesgos importantes y derivar en conclusiones equivocadas. Tanto es así, que la actuación de la FDA ha generado sorpresa e indignación en multitud de círculos académicos, clínicos y empresariales.

Costes inasumibles para la mayoría

Por último, y no menos importante, nos encontramos con la cuestión del precio y el impacto que este puede tener en un sistema sanitario público extremadamente frágil, como es el estadounidense. Recordemos que, en EEUU a diferencia de Europa, existe el libre mercado en el sector farmacéutico y, por tanto, los precios de los nuevos medicamentos no están intervenidos por el Estado. Si bien es precisamente este marco el que permite que florezca la innovación, al mismo tiempo, obliga a los proveedores, ya sean privados o públicos (Medicare, Medicaid), a soportar costes que en ocasiones pueden ser muy altos. En este caso, Aducanumab se va a poner a la venta con un coste de 56.000 dólares anuales para cada paciente con Alzheimer, una enfermedad cuya prevalencia está prevista que se triplique en los próximos cincuenta años.
Cabe pensar si presionar un sistema público sanitario débil como el americano, con medicamentos caros y cuya utilidad clínica es, en el mejor de los casos, ambigua, no podría volverse en contra de la Agencia y, en último término, del propio ecosistema que lo ha creado.
Todas estas razones planteadas sugieren que la FDA ha podido dejarse influir por presiones políticas o de cualquier otra índole, estableciendo un precedente que muchos vemos como peligroso. Qué duda cabe que el Alzheimer es una enfermedad devastadora y que son necesarias soluciones. Sin embargo, alejarse de la evidencia científica y, en último término, del paciente, minará la credibilidad de la que es, de facto, la agencia reguladora del medicamento más importante de Occidente.